viernes, 28 de septiembre de 2012

Mohamed y Manué


Mohamed, “espá esnúa” y Manué “el Bruto”
Mohamed y Manué eran vecinos y amigos. Ambos vivían  en Tetuán, en el Barrio de Málaga. El  primero tenía un bakalito y el segundo era albañil. Bueno, eso decía él, pero como mucho sería oficial o,  tal vez,  un simple peón de albañil. Desde que llegó a Tetuán  se instaló en el  bullicioso citado barrio  y  se hizo cliente de Mohammed, en cuyo bakalito hacía  habitualmente   la compra.  Y así nació una buena    y curiosa  amistad entre ellos.  Tenían una edad similar, rondando  los 30 años. En las mañanas de los domingos se veían en el cafetín que había enfrente de la tienda   de Mohamed.  Éste se tomaba su correspondiente te con hierbabuena y Manué  un  café, al que le echaba un chorrito de coñac  de una petaca que llevaba siempre consigo, y  de la que iba dando buena  cuenta a lo largo del día. Como siempre empezaban hablando de sus cosas: que  Malika mi debe ya on mes , que  la siniora Rosa no  mi paga  ista simana, que la cosa está mocho mala, ti lo joro–decía Mohammed con cierta indignación.   (Por lo que se ve,  las cosas siempre  han estado y siguen estando  mal). Que ya zé que la coza está   mu ma(l), que el trabaho está joío –respondía Manué.   Y así seguían un buen rato hasta que   finalmente, y también  como de costumbre,  terminaban discutiendo  de  fútbol,  sin que ninguno de los dos supiera ni siquiera   distinguir  un córner de un saque de  banda.  Pero ellos a lo suyo y,  como si nada, continuaban con su eterna e inútil disputa. Si el uno gritaba el otro gritaba más aún,  gritaban y gesticulaban apasionadamente. Aquello era un verdadero espectáculo.  De hecho, muchos de los  clientes que allí se congregaban los domingos, y no eran pocos,  iban casi exclusivamente por  ver y escuchar “el combate dialéctico” entre Mohamed y Manué .  Hasta diría que hacían apuestas  sobre quién se llevaría el gato al agua.  Yo siempre he creído que Alí, el dueño del  cafetín , los consideraba como parte del negocio y no precisamente como parte interesada, cómo diría yo… algo así  como una especie de decorado  viviente que servía de  reclamo y, posiblemente, ni les cobraría  la consumición. Lo que sí es cierto es que, después de tanta algarabía, cuando se agotaban los argumentos, aunque más exacto  sería decir cuando ya ellos estaban agotados, se daban la mano como si acabaran de verse  y se decían al  unísono: ”safi, ajai”.Y Mohamed añadía, como siempre,  “in sha  Al-lah”.  Dejaban   de hablar de fútbol y salían  del cafetín  charlando amistosamente, aunque, claro, como de costumbre,  en un tono  tan  elevado  que  daba la impresión de que seguían discutiendo.
Manué llegó a Tetuán en 1950. Venía  con una maleta de madera y una mochila, ése era todo su equipaje ¡Ah! y algo importante para  él,  aunque inmaterial,  también traía su alias,” el bruto”. Cómo seria de bruto que en su pueblo,  Bollullos de Abajo,  en el que al menos bruto si  lo mueves un poco  te echa  un par de cosechas de bellotas en un periquete, l e pusieron dicho mote,  del que él, curiosamente, se sentía muy  orgulloso, incluso  hasta presumía de ello.  Aunque no os lo creáis,  presumía  tanto que cuando le preguntaban por su nombre, siempre respondía lo mismo: “me llamo Manué er bruto”. Lo decía  de carretilla,  como si fuese su apellido; y  eso   creía  su amigo Mohamed,  que siempre lo llamaba por “su apellido”   y porque,  además,   el mismo Manué le pedía que lo llamara Bruto.
Era un andaluz profundo. Lo de bruto le venía al pelo. Un auténtico pata negra y   cuando hablaba  había que hacer un verdadero esfuerzo para entenderlo, y eso que en  la Zona  predominaba el acento andaluz, debido a que una gran mayoría de  los residentes en Tetuán procedía de Andalucía, pero las palabrejas que  este singular hombre  decía eran más bien una especie  de  sub producto   andaluz. Quizá podríamos llamarlo “el lenguaje de Manué”,   porque verdaderamente era un lenguaje muy particular  y   tan cerrado que ni  con un  3 en 1  se  habría resuelto el problema.
El apodo de Mohamed, “espá esnúa”, se lo puso Manué, que a todo lo que se movía  lo bautizaba con un apodo, al que siempre hacía referencia cuando hablaba de su titular. A nadie llamaba por su nombre, no entendía que hubiese persona alguna en el mundo sin su correspondiente apodo.  Tenía una gracia especial para ello;  yo diría, incluso, que ingenio. Voy a traducir el alias de Mohamed porque creo que es necesario,  ni os  lo imagináis. Antes diré que el amigo  marroquí era  muy alto y extremadamente delgado. Cuando se ponía el tarbuch rojo y vestía con la chilaba azul de los días festivos  parecía un lápiz de color. Pues bien, espá esnúa   significa ¡ espada desnuda!  Por la misma razón, es decir, la acusada delgadez de Mohamed,  o quizá por lo del bakalito, quién sabe, también le apodaba “bacalao”, aunque éste era una especie de apodo reserva y que sólo utilizaba   Manué cuando se enfadaba con él. Aun cuando algunos apodos podrían ser ofensivos, la verdad es que  nunca  los ponías con   intención de ofender. Era,  como él decía: ”llamá  a la(s) coza(s) po(r) zu nombre “. O sea,  que si un hombre tenía la cabeza muy grande, ése no podía llamarse ni José ni Antonio ni Miguel ni nada que se le pareciera; tendría que llamarse “Cabezón”.
 Podría contar infinidad de apodos graciosísimos, pero no es el objeto de esta historieta.  Sin embargo    no me resisto a comentarles  uno que a mí me pareció genial  y merece la pena que lo conozcáis.  Aurora, la mujer de Antonio, “el roñi”, tenía un cuerpo muy particular; el tronco era grandote y bastante desarrollado,  como su cabeza, que bien podrían  corresponder a una señora de 1,85 de estatura; en cambio,   de cintura para abajo con sus cortas patitas era otra cosa,  como  si fuesen las  de una señora de 1,50. Ya  imaginaréis  la  enorme desproporción de su cuerpo, que  la mujer  trataba en vano  de disimular.  No sé cómo contarlo,  qué sé yo….  era algo así como si hubieran partido por la mitad a los mujeres, una grandota y otra bajita, y después se equivocaran  al pegarlas. Esto hacía que la pobre de Aurora cuando andaba pareciera que fuese a  descoyuntarse,  y  de ahí el origen del    apodo: “la muñeca articulada”. No me digáis que este Manué, a pesar de ser tan tosco y  bruto, no era genial. A ella, como bien habréis supuesto,  nunca se lo llamaba a la cara, no sé si por respeto o por temor a que  le partiera la cara.
Con referencia a su desmedido afán por poner apodo a todo ser viviente, si alguien le preguntaba  sobre el particular siempre respondía lo mismo: a la(a) coza(s) hay que llamarla(s) po(r) zu nombre. Po(r) ehemplo, mi verdadero nombre  no e(s) Manué, e(s)  el Bruto,  porque  Manué no e(s) ná, a ve(r) ¿qué quiere desí manué, eh?
En la mañana de un domingo cualquiera, como no podía ser de otra forma, y  la hora habitual,  aparecieron por el cafetín Mohammed y Manué. Se sentaron en su mesita de siempre, que  Alí, por la cuenta que le traía,   bien se ocupaba de  reservarla.   Como siempre pidieron un té verde  con nahna y un café. Y también, como siempre, iniciaron su  rutinaria conversación para pasar seguidamente, también como siempre, a su eterno e interminable debate sobre el fútbol, aun cuando la discusión se centraba exclusivamente en el Barcelona F.C., del que era simpatizante Mohamed, y en el Real Madrid, favorito de Manué.  Del  resto de equipos  pasaban olímpicamente.
.Il Barsilona mocho más mijor iquipo qui il Madrí, decía Mohamed.
-Pero qué dise,  espa esnúa, el Madrí e(s) er mejó equipo der mundo.
.No sinior, il Madri más pior qui  il Barsilona…..A ver ¿ qui mi disi tú de Albo?
-¿Albo, er de la(s) conserva(s) de zardina(s)?
-No, hombre, no,  quí tontuna tu disi, parisi bujali.  Yo  ti digo Albo,  il difinsa diricho dil Barça
-Eze gachó no jace ma(s) que da(r) patá a to er mundo. ¿Y qué me dise tú de Cristria(n) eh? Eze tío  zi que e(s) güeno . ¡Y cómo le pega ar balón!
-Isi no vale pa na. Parisi tine on pata di palo chi chota y manda   pilota al cielo. Ti digo qui un día va matar un paloma con el cora.   Adimás  tine moncha pinchuría. Il   Misita mas  mijor  pilotiro  qui Cristian.
- Pero qué dise bacalao (se ve claro que le enojó la respuesta porque le llamó bacalao) ¿Y Pepote tambié te parese malo? No vea cómo huega er  nota. E(s) un primò verlo hugá.
-Parisi mintira qui tu dise eso.  ¿Está ciigo o qué? Ese tío da un patá a la pilota y otra al tubiio.
 Y  así  continuaban   su  estéril y siempre polémico  debate durante dos o tres horas cada mañana de cada  domingo y, una vez más, como siempre, al terminar el debate se daban  la mano con su correspondiente “safi  ajai” y   el ” in sha Al-Lah” que añadía Mohammed. Y  cuando abandonaban  el cafetín, preguntó Mohamed a Manué ¿Oyi, Broto, tú  pagado al caguachi?
-Yo no ¿y tú?
-No, yo no  tampoco li pagado.
Se  miraron, se encogieron de hombros, sonrieron  y siguieron su camino. Pues eso.
Julio Liberto Corrales.