jueves, 26 de julio de 2018

Artículo sobre José Martí publicado en "La Medina"

JOSE MARTI, EL HEROE DE LA REVOLUCION  CUBANA,  ERA ESPAÑOL

Muchos de vosotros, y me dirijo a todos los españoles  nacidos en Marruecos, al leer el título de este artículo os preguntaréis que qué pinta en la revista “La Medina” una reseña sobre el  impulsor de la independencia de Cuba. Si os dignáis leerlo podréis comprobar que sí tiene mucho que ver en relación  con nuestra identidad española.  

Los nacidos en Marruecos, hijos de padres españoles, éramos inscritos como ciudadano español en el correspondiente  Registro Civil de los Juzgados de Paz del lugar de  su nacimiento.  Nuestro Código Civil, en su artículo 17.1 dice literalmente “Son españoles de origen:       a)  los nacidos de padre o madre españoles”. No añade nada en relación al territorio, es decir, cualquiera que sea el país donde se nazca, siendo hijo de españoles de origen, se obtiene automáticamente la nacionalidad española.  Obviamente, los nacidos en la Zona  de padres marroquíes  eran inscritos en el correspondiente Registro del  Majzén jerifiano como ciudadano  marroquí, y son tan marroquíes como los nacidos antes  o  después de la época  del Protectorado.

Aunque la aclaración que aquí hago sobre nuestra españolidad   no sería necesaria   porque es una obviedad de la que  no creo  dude  ninguno de nuestros paisanos,  sí quiero dejar aquí constancia  para aquéllos, y no son tan pocos,  que cuando le dices que has nacido en 6Marruecos   inquieren,   a modo de  pregunta y afirmación a la vez, “entonces tú eres marroquí” (?)    Precisamente  no sólo nos hemos sentidos siempre muy  españoles sino que además lo llevamos  muy a gala.  Esto no quiere decir, ni mucho menos, que despreciemos la nacionalidad marroquí; en absoluto y nada más lejos de la realidad. Siempre la hemos respetado y la seguimos  respetando. Y  ellos legítimamente, igual que nosotros, se sienten orgullosos de su nacionalidad. De hecho  somos muchos los que aún mantenemos    muy buenos lazos de amistad con  no pocos marroquíes de la Zona Norte. Y una buena prueba de ellos son las excelentes relaciones que “La Medina” mantiene con centros y autoridades marroquíes.

Siendo un niño de corta edad paseaba por la calle de La Luneta  (qué grande me parecía entonces esa calle  y ahora qué pequeña,  parece como si  hubiera encogido,  ¿es que las calles,  como las personas , encogen con la edad?). Iba  acompañado de mi buen amigo Juan García Jiménez, “el Largo”, al que llamábamos así porque era, y afortunadamente sigue siendo, muy alto. Todos teníamos algún alias; a mí, que tengo --tenía-- los ojos achinados,  me llamaban  “Chino”.  Caminábamos hacia  la Plaza de España, seguramente para cometer alguna diablura, que era nuestro deporte favorito. En dirección contraria bajaba un señor mayor que, si mal no recuerdo,  podría tener unos  setenta años o tal vez más, no lo sé. Andaba con dificultad tratando, sin conseguirlo, disimular su muy aparente cojera.  Juan, que ya desde su más tierna infancia  era muy  imaginativo, idealista  y dado a la fantasía, señalándolo  con un leve movimiento de cabeza, me dijo “Mira, ése es un veterano de la guerra de Cuba, mutilado. En Tetuán hay varios”. Me lo decía con  tanto énfasis   y  sintiéndose  tan importante por “conocer” a un mutilado de guerra  que parecía que él también había estado combatiendo en Cuba al lado de ese su héroe.  Yo, entonces, la verdad es que  no le di importancia alguna. ¡Qué  no daría yo hoy por poder entrevistar a esos entrañables veteranos!

Bueno, dejémonos  ya de historias y vayamos con José Martí, el héroe cubano de la Revolución, que no era cubano.  En 1850,  Mariano Martí  Navarro, un suboficial  del ejército español,  sargento de artillería,  natural de Valencia  (España),  es destinado a La Habana, donde conoce a Leonor Pérez Cabrera,  una joven de origen canario  nacida  en Santa Cruz de  Tenerife, con la que contrae matrimonio y en 1853, fruto de esa unión,  nace José Martí Pérez. Como todos sabemos, en aquella época  Cuba era colonia española y, por lo tanto, este hijo de españoles de origen fue inscrito en el Registro  Civil de La Habana como ciudadano español, que era lo que evidentemente  correspondía.
 Porque  si José Martí Pérez era cubano  ¿qué somos nosotros  los nacidos en Marruecos?  No, rotundamente no, José Martí, el héroe  nacional  de la República de Cuba  era tan español como cualquiera de  nosotros.  Podría haberse nacionalizado cubano,  pero  ni siquiera eso pudo ocurrir ya que, lamentablemente, falleció en 1895 y Cuba aún era colonia española.

  Publicaciones cubanas de la época, refiriéndose a él, decían “su obsesión era liberar a su patria”. En mi opinión, lo correcto hubiera sido “su obsesión era liberar a  Cuba”  porque su patria era España y,  aunque él se sintiera cubano,    en sus muchos viajes al extranjero  utilizaba   pasaporte español,  documento que le acreditaba como tal. También se le conoce en Cuba como  “el más universal de los cubanos” y “fue el  cubano que más amó a Cuba”.  Más exacto sería decir   “fue el español que más amó a Cuba”, que eso sí que es  cierto.

Creo que ha quedado meridianamente claro  el objeto de este artículo,  como  reza en su titular,  pero  sería   un despropósito  y   una inaceptable  insolencia por mi parte no hacer, aunque sea fugazmente por razón de espacio,  una breve  referencia a la apasionante historia de este polifacético  e ilustre personaje. Le llamaban Maestro, en el más amplio y alto sentido del vocablo. Y es considerado como  una de las figuras  cumbres  de la América Latina. En 1865, cuando sólo tenía 12 años, ingresó en la Escuela Superior Municipal de varones, de La Habana, cuyo director era   el poeta  Rafael María Mendive,  un criollo  licenciado en derecho, acérrimo independentista, que pronto se percató de la  capacidad y superior inteligencia del niño  y se convirtió en su protector, adoctrinándolo e inculcándole sus ideas separatistas.

Con apenas 16 años, por  el simple  hecho de  escribir una carta a un  colega y amigo de colegio, al que reprochaba su apostasía de la causa cubana,  es condenado  nada menos  que  a trabajos forzados. En octubre de 1870 es indultado y en enero de 1871 fue  deportado  a España,  Su capacidad e inteligencia, unidas a su afán por aprender no tienen límite.  Y en 1874 se licencia en  Derecho  Civil y Canónico en Zaragoza (España) ,  y  unos meses después de ese mismo año, obtiene la licenciatura en   filosofía y letras. En el ínterin aún tenía tiempo para  publicar  numerosos artículos y escribir algunos ensayos  y  novelas, destacando su célebre obra “Ismaelillo”.

Con  la Paz de Zanjón regresa a La Habana en 1878. Sus apariciones en los más diversos lugares con sus audaces discursos no dejaban de sucederse   y en 1879 es nuevamente detenido y otra vez deportado a España, de donde  pasa a París y de ahí, en 1880, a Nueva York para terminar en Méjico, donde entonces residía su familia. Poco antes de su detención había contraído matrimonio  con Carmen de Zayas Bazán, del que nació  su único hijo, José Francisco, que falleció  en 1945, a   los 67 años de edad,  sin dejar descendencia. 
 
En 1890 se establece   en   Nueva York,  donde trabaja como  instructor de español  en la Escuela  Central y continúa con su actividad política y literaria, escribe numerosos artículos  y crónicas políticas   que se publican en la prensa internacional.  Funda la Liga Patriótica y redacta las bases del Partido Revolucionario Cubano, del que es nombrado delegado.   Y desde allí  planifica y organiza la liberación de Cuba.  Recorre varios   países hispano-americanos,  donde ya es muy  conocido y  reconocido,   dando  conferencias  sobre la  revolución  e independencia de “su país”.

 Autor  de un sinfín de magníficas  obras traducidas a  las más  diversas  lenguas. Publica varias novelas, poemas  y  ensayos. Junto a Rubén Darío y otros ilustres poetas y escritores del continente hispano-americano fue el precursor del movimiento modernista. Hablaba inglés y francés. Autor de “Versos Libres” en 1882. Pocos sabrán que la letra de la popular canción “Guantanamera” se obtiene  de uno de sus poemas, “Yo soy un hombre sincero”. 

En 1895 se  embarca en  Haití con una  reducida fuerza miliar y desembarcan en Playitas de Cajobabo.  Aunque Martí,   como  político  nunca  intervino activamente en la guerra,  haciendo caso omiso de las recomendaciones    del general  Máximo Gómez,   interviene en una refriega con las fuerzas reales y cae abatido en Dos Ríos. Su  cadáver fue  llevado a Santiago de Cuba y reposa en el cementerio de Santa Eugenia. En plena madurez intelectual, cuando sólo tenía 42 años, se fue para siempre  este   hombre singular,  insigne pensador, filósofo, poeta,  periodista,  ensayista, novelista y un honrado  político que vivió por y para sus ideales, y en ellos encontró la muerte.

Para finalizar, y en honor a los muertos,  digamos que la  última guerra cubana  contra el Reino de España, conocida como el “Grito de Baire” se inicia el 24 de febrero de 1895.  A finales de 1897,  fuentes oficiales españolas reconocían que, hasta esa fecha, durante el curso de la guerra  habían fallecido 13.000 soldados de fiebre amarilla y 40.000 de otras enfermedades tropicales; y que los muertos en combate ascendieron a 3.000 y los heridos a 9.000.  Otras fuentes oficiales   y otras diversas fuentes facilitan cifras que poco o nada  se parecen a las facilitadas, aunque da la sensación de que todos tratan de reducir la lista de  muertos en combate, engrosando  la de  muertos por problemas de salud.     En cualquier caso sí está claro que la peor guerra fue la que se libró contra las enfermedades. Este es  el  cruel  desastre en vidas, y no hablo de las  otras muchas calamidades  de toda índole  que provocó la guerra de Cuba, que en realidad no fue más que    una guerra civil, pues españoles eran la mayoría de los  contendientes, aunque en el bando de los mambises  había enrolados campesinos  esclavos y libertos que no lo eran.  Finalmente, en 1.898,  Cuba consigue la independencia  gracias  al apoyo militar  de los  EE.UU,  que nos declaran la guerra  y, en  desigual  batalla naval ,  --barcos de hierro contra barcos de madera-- destrozaron   la  anticuada y obsoleta   flota española.

Julio Liberto Corrales








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